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Anexos / Juana de Vega

El (desnatado) relato oficial


Fuente: Fundación Juana de Vega

Juana de Vega y Martínez nació en A Coruña el 7 de Marzo de 1805. Sus padres -D. Juan Antonio de la Vega, de Mondoñedo, y Dª María Josefa Martínez, de Monforte de Lemos- se habían instalado en Coruña después de que su padre regresara de Cuba. En este país, Juan Antonio de la Vega, de origen muy humilde, había hecho fortuna como empresario. Juana de Vega recibió una completa formación en letras y humanidades y le inculcaron el gusto por la lectura y la cultura en general, que mantuvo el resto de su vida. La influencia de sus padres se resume haciendo referencia a los dos ejes que marcaron su vida: a Juan Antonio de la Vega debe su hija Juana su activismo político y a Mª Josefa Martínez su discreción y su pasión por ayudar a los más desfavorecidos.

En el año 1820, desde el balcón de su casa en la Calle Real de la ciudad de A Coruña, vio por primera vez a su futuro marido, el navarro Francisco Espoz y Mina, cuando éste entró en la ciudad a caballo y acompañado por su séquito, para tomar posesión como Capitán General de Galicia. El general, de modesto origen campesino, había iniciado su carrera militar luchando como guerrillero contra la ocupación de España por el ejército de Napoleón. Sus acciones de armas le convirtieron en un héroe nacional.

Vida política

Juana de Vega y Espoz y Mina se casaron el 25 de diciembre de 1821. Dos años después, con la llegada de “los cien mil hijos de San Luis” en apoyo del Rey absolutista Fernando VII, Espoz y Mina, un hombre de profundas convicciones liberales, se exilió en Inglaterra. Juana de Vega se reunió con él dos años más tarde. Ambos permanecieron fuera de España diez años, hasta 1833, casi siempre en Inglaterra, aunque con largas estancias en Francia para promover intentos de restauración de la Constitución de Cádiz de 1812. A pesar de su juventud, Juana de Vega, gracias a su discreción y facilidad para los idiomas, fue un importante apoyo de su marido.

El general Espoz y Mina fallece el 24 de diciembre de 1836 en Barcelona, donde era Capitán General de Cataluña. El Gobierno concede a su viuda el título de Condesa de Espoz y Mina. Pocos años después fallece su padre y, como su madre ya lo había hecho en 1824, Juana de Vega hereda el importante patrimonio familiar, que continuó gestionando con eficacia el resto de su vida, lo que la hizo estar en relación permanente con la actividad industrial y comercial.

Juana de Vega regresa a su casa en A Coruña en abril del año 1837. Sus salones serían el punto de reunión de la sociedad liberal coruñesa y de notables que pasaban por la ciudad. Convirtió su hogar en un santuario de la causa progresista, obtuvo todos los permisos para mantener el cadáver embalsamado de su marido en una habitación a la que se accedía a través de un salón tapizado en verde, el color de los liberales. Este conjunto, salón y oratorio, fueron un lugar de culto para personas afines a las ideas que Juana de Vega, sus padres y su esposo defendieron siempre.

A finales de 1840, Juana de Vega aceptó el cargo de Aya de la reina niña Isabel II y de su hermana, su alteza la Infanta Luisa Fernanda. Como tal, fue responsable de supervisar su cuidado y educación desde su toma de posesión en julio del año 1841. En octubre de 1842 fue nombrada también Camarera mayor de Palacio, ambos cargos habían sido siempre ocupados por mujeres de la más alta nobleza, lo que le generó no pocas tensiones en la Corte. Permaneció en estas ocupaciones hasta el 24 de julio de 1843. Sus años en el Palacio Real coinciden con la Regencia del general Espartero, cuyo gobierno liberal intentaba dar un giro más moderno a la formación de la reina y su hermana.

Libre de sus obligaciones en Madrid, la Condesa de Espoz y Mina, regresó a Coruña, y su casa se convirtió otra vez en centro de reuniones liberales, hasta el punto de que en algunas ocasiones estuvo sometida a vigilancia policial. Entonces se encargó de ayudar a redactar las Memorias del General Francisco Espoz y Mina, que comenzaron a publicarse en el año 1851. Juana de Vega también escribió sus propias memorias, centradas principalmente en los dos años que estuvo en Palacio. Isabel II, con 15 años de edad, tras ser coronada reina de España.

Mecenazgo cultural y apoyo a los necesitados

En 1852, la Condesa de Espoz y Mina conoció a un joven violinista, Pablo Sarasate, del que se convertiría en protectora. Consiguió que aquel niño de siete años, de origen navarro como su marido, diera un concierto en el Circo de Artesanos coruñés y posteriormente sufragó todos los gastos de sus estudios en Madrid. Sarasate fue uno de los mejores músicos españoles de su época.

Otra muestra de su mecenazgo cultural fue su apoyo a los Juegos Florales de 1861, celebrados en Coruña, que constituyen un punto de partida del Rexurdimento, el movimiento de recuperación del idioma gallego para la actividad literaria, después de siglos de arrinconamiento. El movimiento, paralelo a la Renaixença catalana, alcanza notoriedad a partir de 1863, año en el que Rosalía de Castro publica Cantares Gallegos. La gran poetisa, que vivió algún tiempo en la Ciudad Vieja de Coruña, había ya presentado algunos poemas en el Álbum de la Caridad publicado a raíz de aquellos Juegos Florales. Los ingresos de la venta de este libro fueron donados a la Asociación de Beneficencia que presidía Juana de Vega.

Unos años antes, entre 1853 y 1854, con ocasión de la grave crisis sanitaria provocada por la epidemia de cólera que asoló la ciudad, el acalde pide a Juana de Vega que, a través de la Asociación de Señoras que encabeza, movilice a las damas de la ciudad y se haga cargo de la dirección y mantenimiento del hospital provisional que fue preciso habilitar, así como de acoger bajo su tutela el nuevo Hospicio. Encomienda que Juana de Vega aceptó y en la que se volcó con especial pasión y empeño, arriesgando su propia vida.

Como reconocimiento a su labor, en noviembre de 1854 se le concedió el título de Duquesa de la Caridad con Grandeza de España, que no quiso aceptar, porque, a pesar de todas estas distinciones y del respeto del que gozaba, nunca olvidó los orígenes humildes de su familia y de su marido y se mantuvo alejada de las fiestas de sociedad, no haciendo gala de sus títulos y dedicándose a la ayuda de los necesitados. Rechazó incluso la pretensión del Ayuntamiento de levantarle una estatua, alegando que debían usarse esos recursos públicos en dar “pan y trabajo”.

Fue amiga y dio su apoyo de forma decidida a Concepción Arenal, la más importante activista y pensadora social del siglo XIX español, que se había trasladado a Coruña en 1863. En 1868, Juana de Vega coincidió con esta ferrolana en reclamar públicamente peticiones de indulto para los condenados a muerte y en protestar por la supresión de las Conferencias de San Vicente de Paúl, que ayudaban a los pobres y que al final el gobierno revoca. Juana de Vega también había intercedido en 1862 para pedir el indulto de dos protestantes condenados a pena de cárcel por motivos religiosos.

La labor de la Condesa de Espoz y Mina es fundamental para conseguir que Galicia llegue a contar con un Hospital Psiquiátrico moderno en Conxo (Santiago de Compostela). La idea original fue de ella, que también sugirió la ubicación. Dedicó siete años de esfuerzos a lograr la aprobación del proyecto, aunque no llegó a materializarse hasta después de su muerte. Comentando su larga lucha, un periódico madrileño destacaba, de entre las numerosas virtudes de la Condesa, “una voluntad perseverante”. En esa misma década, Juana de Vega impulsó y presidió la delegación local de la Cruz Roja, la primera gran ONG civil, cuya Asamblea Internacional la nombró socia de mérito.

A su fallecimiento sin descendencia, el 22 de junio de 1872, dejó la casi totalidad de sus bienes para la constitución de una Fundación con el objeto de crear una escuela de agricultura para mejorar la formación de los agricultores de la provincia de Coruña. En la actualidad, la Fundación Juana de Vega continúa desarrollando actividades para contribuir al desarrollo del medio rural de Galicia a través de diversas iniciativas relacionadas con el sector agroalimentario, la formación y la investigación en este ámbito y en temas relacionados con el paisaje y el territorio.

La Fundación tiene su sede en la casa grande A Carballeira de San Pedro de Nós, donde ella y su familia pasaban los veranos y donde planeó ubicar la escuela de agricultura. Otras importantes mujeres coruñesas de aquella época tuvieron también una historia personal ligada a sus casas de campo como la escritora y periodista Fanny Garrido (Pazo de Lóngora) o la gran novelista Emilia Pardo Bazán (Torres de Meirás). Durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX, en el marco de una España de total predominio masculino, coincidieron en esta ciudad varias mujeres que tuvieron gran relevancia.

Los restos de Juana de Vega y el corazón de su marido, cuyo cuerpo fue trasladado para enterrarlo en el claustro de la catedral de Pamplona tras fallecer su esposa, descansan en el cementerio coruñés de San Amaro, junto con sus padres, en un nicho en cuya lápida figura la inscripción “Aquí yacen los restos mortales de D. Juan Antonio de la Vega, Dª Josefa Martínez y Dª Juana Mª de la Vega y Martínez, viuda del General D. Francisco Espoz y Mina, cuyo corazón se halla aquí”.


"La Generala"


Fuente: RevistaDeArte

Juana nace en La Coruña de 1805, al mismo tiempo que la imprenta y el periodismo coruñés. Es la hija única, muy tardía, de un matrimonio atípico. Su padre, Juan Antonio de la Vega, se hizo a sí mismo en la emigración cubana y mantendrá en Cuba una de las fuentes de la prosperidad familiar.

En Coruña montó negocios comerciales transatlánticos y fue fomentador de pesca y salazón. En el Real Consulado de la ciudad atlántica formaba parte del sector anglófilo. Cuando se produjo la ocupación napoleónica, su brillante hoja de servicios en la resistencia armada, favoreció la escalada política y social de su familia. Operando siempre a la par de los ingleses y el mundo marítimo transoceánico, los Vega operan en relación estrecha con Pedro Agar, su convecino, figura angular (pero desconocida), como regente de una España sin rey. Uno de los artífices del ambiente constitucional de las Cortes de Cádiz. De los Agar y las Américas proviene, en parte, la exquisitez de Juana de Vega y también procede la base social donde ha de asentar la sorprendente iniciativa cívica de las Sociedades de Señoras de la Beneficencia (1838-1872). Una institución benéfica revolucionaria, creada con la viuda de Agar y con sus influyentes entronques familiares, que llegará a atender a 55 mil beneficentes y 3.000 niños expósitos.

Desde 1812, su padre fue una de las figuras políticas más singulares del primer liberalismo atlántico. Con esmerada educación, dotada de talento y formación nada común, la mocita se convirtió pronto en la joya de los Vega. Al igual que sus padres, desde entonces, militó (de manera auténtica, como activista incluso y como poeta de la Revolución) en el arranque del liberalismo internacional, cuando éste no contaba siquiera con esta palabra para autodenominarse.

Con dieciseis años, por afinidad ideológica, los Vega la casaron de trato con el capitán general de Galicia: Francisco Espoz y Mina, 24 años mayor que ella y uno de los solterones de lujo de la época. Ganado para el liberalismo exaltado en los círculos donde Juana y los Vega venían operando (París, en el entorno del conde de Toreno, el cuñado de Porlier), la vida de los Vega cambia una vez más de nivel, pasando a formar parte de la elite de una Revolución atlántica (1820-1823), destruida por la segunda ocupación francesa.

A pesar de las apariencias y de que se presentó siempre, de forma incansable, como una mujer que actúa y escribe en honor de su esposo, el pésimo estado de la salud de Espoz y Mina (desde 1823) la fue convirtiendo en figura central de la casa, donde también residía su padre y consejero. En el largo destierro londinense (1823-1835), sobre todo, la figura de Juana se agiganta. Políglota, sanitaria, secretaria particular y secretaria política de Espoz, su dominio de distintas lenguas, la discreción de que hizo gala y su talento, fue dando peso a su consejo, muy observado en las más altas instancias de la política británica (George Canning, lord Grey, Charles Napier…), en la nueva Francia constitucional (Lafallette, Talleyrand…) y del destierro ibérico (Mendizábal, Argüelles, Calatrava, los afrancesados, o el círculo de consejeros Don Pedro, el ex emperador de Brasil…).

Con su padre, Espoz y esas amistades internacionales, la Casa de Juana tuvo peso decisivo en las operaciones transfronterizas que se libraron entre los Países Bajos, Francia, Gran Bretaña, Portugal y la frontera hispano-portuguesa a partir del año crucial de 1832, hasta que se firma la Cuádruple Alianza (1834). Ese es el tiempo que refiere en los cinco volúmenes que hizo circular como si fueran las Memorias de Espoz y Mina y en un inédito de enorme importancia como fuente histórica internacional: sus Memorias íntimas.

Amiga y corresponsal (desde entonces hasta su muerte) de los más significados personajes de aquella formidable transición que cambió el destino político del mundo, la gran dama del primer progresismo español escribe siempre en clave de silencios; pero su leyenda llegó a ser exuberante.

Compañera de Mina en la guerra carlista, La Generala (desde 1822 siempre fue tratada de ese modo por la cúpula militar y por los observadores de la Cuádruple Alianza) acompañó a su esposo (enfermo) a los frentes de combate en la Guerra del Norte y tuvo destacada actuación política (hasta la muerte de éste, 1836) en la gobernación de Cataluña. El entierro del general marcó un hito en la historia de Barcelona, con una movilización general en la que intervinieron incluso sus enemigos de toda la vida.

La muerte de Espoz y Mina y el retorno a la ciudad natal no minoró su importancia y su influencia dentro del liberalismo exaltado y progresista. Sólo marcó el comienzo de la vida pública de “la dama de luto”. Por eso, al consumarse el pronunciamiento progresista de 1840, esta dama burguesa y coruñesa (con tertulia legendaria y oratorio privado donde rendía culto a la bandera verde del liberalismo progresista y al cadáver embalsamado de su esposo, tal y como desfilara en Barcelona) se convirtió en candidata a ejercer uno de los cargos más buscados por las damas españolas de la alta sociedad aristocrática.

Aya y camarera mayor de la reina niña y la princesa (1841-1843), con banda de la reina María Luisa, título condal y Grandeza de España, hubo de hacer frente a una auténtica batalla diaria en el Real Palacio. Fue, en la realidad, la agente revolucionaria que recibió el encargo de Espartero de variar de forma drástica la formación de aquellas regias niñas, acomodándola al patrón británico que la reina Victoria iba a convertir en clave del prestigio (hasta entonces muy cuestionado) de la Monarquía inglesa. En ese tramo de su vida centró otras Memorias ineludibles (los Apuntes, que recoge el libro coeditado por la SECC y la Fundación Juana de Vega), de enorme interés y evidente originalidad.

Pero la vida de Juana de Vega no se resume en la acción política y en ese corpus de Memorias, con el atractivo adicional de proceder de una mujer. Impulsora de movimientos sociales y culturales de enorme penetración social, creó en Galicia un modelo de mujer con nombre propio (Rosalía Castro, Concepción Arenal, Eulalia de Liáns, Emilia Pardo Bazán…). Con dimensión agraria y solidaria, dejó para la posteridad su propia Fundación. En España y en Galicia fue, en los períodos de mandato progresista sobre todo, una de las mujeres más influyentes del siglo.

Al morir, en 1872, la Capitanía gallega le rindió honores de teniente general. Oleiros, 17 de agosto de 2006

La Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), adscrita al Ministerio de Cultura y la Fundación Juana de Vega, representadas por sus respectivos presidentes, José García-Velasco y Enrique Sáez han presentado el Libro-DVD: “LOS VEGA. MEMORIAS ÍNTIMAS DE JUANA DE VEGA, CONDESA DE ESPOZ Y MINA (CORUÑA, 1805 – 1872)”.

La investigación de José Antonio Durán renueva por completo la visión que se tenía del personaje. Una coruñesa que fue testigo-participante y memoria viva de la Revolución Liberal Con la Exposición Audiovisual Itinerante, el Libro-DVD completa la recuperación de un personaje de excepcional relieve histórico, con motivo del Bicentario del Nacimiento de Juana de Vega. Novísimo enfoque. Hasta ahora, Juana de Vega se veía a través de la figura de su esposo: el general (de origen guerrillero) Espoz y Mina. Incluso la idea que teníamos de este controvertido personaje, a quien su viuda dedicó cinco tomos de Memorias, cambia de manera sustancial, como consecuencia de esta investigación.

Partiendo de las Memorias íntimas y de los célebres Apuntes de cuando fue aya de la reina Isabel II y la princesa Luisa Fernanda, José Antonio Durán ha realizado una una aportación muy completa y absolutamente novedosa sobre los Vega. Resalta en ella, sobre todo, la importancia política del padre de Juana, la singularidad del constitucionalismo coruñés y la excepcionalidad del liberalismo atlántico, gallego y portugués, con Gran Bretaña al fondo.

Ausente –casi por completo- en la excelente edición Canalejas del Congreso de los Diputados (Madrid, 1910), Juana siempre reconoció el peso que en su formación habían tenido sus padres y ese entorno, gallego y coruñés; pero nadie (hasta Durán) había reparado en la evidencia de que Juan Antonio Vega fue compañero inseparable de su hija recién casada hasta más allá de la muerte del general Mina (Barcelona, 1836).

Merced a la novísima investigación, al situar a los Vega en el consejo privado de Espoz, la figura de Juana de agitanta, hasta convertirse en la secretaria particular, la mitóloga y la sanitaria ineludible de un esposo acometido por las más duras enfermedades irreversibles que se puedan concebir. De este modo, conceptos tan normales en una mujer de su siglo como “la casa de Juana” o “los amigos de Mina”, se convierten en claves interpretativas que renuevan por completo la idea que teníamos de todos los personajes de su entorno cotidiano. La biografía histórica se convierte, como si nada, en una aportación básica a la historia internacional y a las historias nacionales de España, Portugal, Gran Bretaña y Francia.

Durán, que incorpora a esta edición coeditada por la SECC y la Fundación Juana de Vega un rico aparato gráfico e iconográfico, se vale de él para iluminar los silencios inevitables de una gran dama progresista del siglo XIX, autora de un corpus autobiográfico sin precedente en una mujer. Dentro y fuera de España. Observadora y participante activa, además, en la Revolución que hizo posible todas las revoluciones posteriores, Juana escribió esas Memorias “para la historia”, sabedora de que había sido protagonista de una fase única de la historia internacional. Cuando Gran Bretaña y Francia, pasaron de ser Estados antagónicos a aliarse con las nuevas Monarquías Constitucionales de España y Portugal, pasando del enfrentamiento armado (1808-1823) a la Cuádruple Alianza (1834). No fue casual, pues, su elección de 1841, cuando Espartero y Argüelles la convirtieron en aya de una reina.

La cronología biográfica, que complementa el libro y forma parte de la sección de Extras del DVD, reseña en 55 páginas los acontecimientos más relevantes. Además de esa sección, también se recoge el espectáculo audiovisual que abrió el Bicentenario (Palacio Municipal de La Coruña, 2005): La Gran Dama del Primer Progresismo Español.

juana_de_vega.txt · Última modificación: 2024/02/22 19:52 por iagoglez