Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


palabras_conceptos_y_sesgos

Anexos \ Palabras, conceptos y sesgos

"Real Academia Española"


Informe de la "Real Academia"

Contraargumentario feminista a la RAE: decálogo de incongruencias en su visión sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución. Olga Castro y María Martín

Sugiere la RAE: la RAE se limita a ser testigo de los usos lingüísticos actuales. [Respondemos: sí, ya, siempre que no le pille mirando para otro lado].

La RAE no se limita, en absoluto, a ser testigo de nada, sino que prescribe los usos correctos e incorrectos de la lengua. Encontramos innumerables ejemplos usados a diario por una mayoría de hablantes, como la formal verbal andé, que la RAE sigue considerando incorrecta. Si la Academia fuese únicamente testigo debería haberlos aceptado ya como válidos. Lo mismo sucede con los neologismos, puesto que algunos se aceptan sin ser mayoritarios, como cederrón. También pasa con algunos arcaísmos, que no se marcan como en desuso y ahí siguen, como hurgamandera −prostituta. Y no debemos olvidar otras acepciones, que llevan años en uso e incluso se incorporan en materia legislativa, como violencia de género, incluida en la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y cuya aceptación por parte de la RAE no será considerada hasta el año 2026, cuando se prevé la nueva edición de su DLE.

A pesar de definir su papel como «testigo», la propia RAE cae en una tremenda incongruencia al reconocer, en este mismo documento, que en realidad sí desempeña un papel de árbitro para prescribir lo que es correcto e incorrecto, al afirmar que «millones de hispanohablantes» le consultan «problemas lingüísticos». Otros ejemplos del propio resumen del informe ratifican las incongruencias; en el apartado 5.2. la RAE asevera y prescribe que «se puede aludir expresamente en femenino a los cargos únicos y dignidades unipersonales (presidenta del Gobierno, defensora del pueblo, por ejemplo)».

En resumen, la RAE no solo es testigo de cómo se habla. ¡Qué inoperancia de institución y qué desperdicio de fondos ―sobre todo los que se pagan desde las arcas públicas― si solo sirviera para registrar usos mayoritarios! Pero es que además de prescribir usos, también se encarga de proscribir otros. Interviene una y otra vez. Y en cuestiones de género gramatical o de inclusión de determinadas palabras (como la propia acepción sociológica de género), ha interferido continuamente con los usos, demonizándolos, ridiculizándolos, pronunciándose públicamente ―como institución y a través de sus miembros― en contra de ellos.

Si su labor fuese la de mero «testigo» no habría hecho un informe contra las Guías de uso no sexista del lenguaje en la Administración, conocido como Informe Bosque, ni elaboraría otros acerca de usos incorrectos y generalizados del idioma que, cuando no se refiere al lenguaje inclusivo, apenas merecen algunas recomendaciones en el Panhispánico de dudas. Pues eso, que la RAE no es testigo, sino jueza y parte.

Informe de la Real Academia Española sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas

Resumen de la intervención del director de la RAEen la rueda de prensa celebrada el día 20de enero de 2020 para presentar el informe sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución




Para empezar, el masculino no es inclusivo. En la elaboración de su propio documento, como hemos apuntado ya, aclara que han participado «dos académicos y dos académicas», demostrando que cuando se quiere enfatizar que hay mujeres es necesario nombrarlas.


★ Resulta francamente sorprendente que cuando la RAE describe la acepción del masculino supuestamente adoptada en la Constitución, manifieste que «el constituyente de 1978 optó» (énfasis nuestro) por su comprensión como genérico (apartado 3). Esto plantea dos interrogantes que de nuevo revelan el doble rasero de la RAE. Primero, ¿por qué dice la RAE que la Constitución «optó» por el masculino con supuesto valor genérico cuando en ese momento este uso no se había cuestionado todavía ni se habían propuesto alternativas? ¿Acaso el constituyente tenía otras opciones? Y segundo, ¿por qué la RAE no admite que está optando por el masculino ahora que, tras décadas de cuestionamiento de ese masculino sexista y de propuestas alternativas, sí se tiene elección?

En definitiva, según la RAE, la Constitución optó en 1978 por algo que en aquel momento no estaba en debate, mientras que ese mismo algo, que en 2020 sí lleva décadas cuestionándose, se impone como si no hubiera alternativas.


7. Sugiere la RAE: el masculino genérico de antaño se denomina ahora masculino inclusivo. [Respondemos: buenísimo intento de apropiarse del lenguaje combativo para vaciarlo de contenido político].

Al hablar de la presencia y visibilidad de las personas en el lenguaje, la RAE insiste en afirmar que el lenguaje simplemente representa la realidad. Niega así el papel que ineludiblemente desempeña la lengua también en la reconstrucción mental que las personas hablantes realizamos de aquella realidad representada con palabras. Como si las palabras que usamos no importaran.


★ Otra, y nuestra preferida, es afirmar que utilizar el desdoblamiento de masculino y femenino para hacer referencia a contextos con hombres y mujeres podría «generar una interpretación reductora de los derechos de las mujeres», por cuanto podría empezar a comprenderse que las referencias en masculino singular ya «no abarcan a los dos sexos». ¡Como si alguna vez sí lo hubiesen hecho! En fin, todo un despropósito que viene a decir que, en última instancia, el lenguaje no sexista (y quizás también el inclusivo) es malo para las mujeres.


★ También el masculino genérico es sumamente importante porque nos ningunea y recuerda lo difícil que lo tenemos desde niñas para aprender nuestra doble identidad sexolingüística. En nuestra infancia, cuando nos decían ―¡niños, al recreo!― debíamos sentirnos incluidas, pero cuando nos decían ―¡niños, al campo de fútbol!― nos vetaban el acceso. Tampoco podíamos acceder a los baños en los que decía niños, pero las profesoras sí accedían a los que ponían profesores cuando había un baño reservado para todo el profesorado. Y ya no digamos si esta reflexión la hacemos desde el punto de vista de una criatura que no se ajuste al binarismo del sistema sexo-género. ¡Con lo fácil que es ser niño y saberse incluido siempre!


10. Y finaliza la RAE dando su «posición». [Respondemos: si es cuestión de posición, ¿quiere esto decir que la RAE ya no es portadora de la verdad absoluta?].

Tras mostrar su posición, ideológica y lingüística, a lo largo de todos los puntos, decide titular su último apartado «Sexismo lingüístico, femeninos de profesión y masculino genérico. Posición de la RAE», como si hasta ese momento hubiera hablado con asepsia científica y alejado de cualquier punto de vista personal. En el caso concreto que nos ocupa, el de dar respuesta a la pregunta de la vicepresidenta primera del Gobierno sobre el buen uso del lenguaje inclusivo en la Constitución, la RAE olvida de manera interesada y flagrante que la corrección gramatical no es un bien superior a la igualdad a la que compele el propio texto constitucional, por lo que es posible hacer redacciones inclusivas que cumplan la norma sin entorpecer ni la igualdad, ni la claridad, ni la fluidez de la lectura del texto.

Palabra de ley


1776, Estados Unidos

El estado de New Yersey aprueba una ley por la que se reconoce accidentalmente el derecho de las mujeres a votar, al mencionar la palabra «personas» en lugar de «hombres».

Se corrigió en ¡1807!

Hace años una amiga me enseño escandalizada un artículo titulado La osadía de la ignorancia, escrito por el representante de la «T» en nuestra real academia, en el que se jactaba públicamente de la respuesta de la RAE a la consulta que hizo una comisión del parlamento andaluz sobre la revisión del lenguaje en los documentos oficiales. Internet permite rescatar la parte del artículo que viene a cuento:

… la RAE respondió puntualizando que tales piruetas lingüísticas son innecesarias; y que, pese al deseo de ciertos colectivos de presentar la lengua como rehén histórico del machismo social, el uso genérico del masculino gramatical tiene que ver con el criterio básico de cualquier lengua: economía y simplificación. O sea, obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no diciendo con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos. Ésa es la razón de que, en los sustantivos que designan seres animados, el uso masculino designe también a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos. Si decimos los hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales o en mi barrio hay muchos gatos, de las referencias no quedan excluidas, obviamente, ni las mujeres prehistóricas ni las gatas.

Sin entrar en la ausencia de criterio o los insultos que adornaban el artículo, convendría preguntarse si lo que necesita revisión no es la falta de rigor científico de la «real» academia. El ejemplo de New Yersey no es, ni mucho menos, el único, pero su trascendencia legal lo eleva a la categoría de espléndido.

Por cierto, me pregunto si los once años que les llevó corregir el «error» serían de debate público, de puro procedimiento o simplemente el tiempo necesario para construir el argumentario formal con que disfrazar la vergüenza de tal pueril error, que obligaba a restablecer derechos básicos a la mitad de la población.

O tal vez fue el tiempo que les llevó comprender que, conquistados los derechos, incluso podrían querer ejercerlos. ¡Que osadía!

La supuesta objetividad de la justicia


"Por mi experiencia puedo decir que la gente no tiene ni idea de igualdad"

“La Justicia tiene que actuar con objetividad, pero si introducimos estereotipos, abandonamos la imparcialidad” (…) “Hay que enjuiciar el delito y no a la víctima”

El magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG), José Fernando Lousada Arochena, asegura que su libro El enjuiciamiento de género “va de feminismo”. Quiere acabar con los estereotipos y caminar hacia una igualdad que, confiesa, tampoco existe en el ámbito judicial.

¿De qué idea ha partido para escribir este libro?

De que se quiere llegar a la igualdad efectiva de hombres y mujeres. Las desigualdades básicamente están en lo que se conoce como el género, es decir, el añadido sociocultural a los sexos. Al sexo masculino, por definición cultural, le corresponden unas determinadas tareas y atributos. Al sexo femenino, también. Esa atribución es lo que se conoce como estereotipos de género. Algunos son claramente nocivos. Como que las mujeres no son tan hábiles en determinadas facetas. Pero existen otros estereotipos, aparentemente benignos, como que las mujeres son mejores cuidadoras que los hombres. Esto hace que sobre ellas acabe pesando toda la carga del cuidado. Así, dentro del mismo nivel profesional, se acaba pagando más a unos que a otros.

¿Estos prejuicios también inciden a la hora de juzgar delitos sexuales?

Sí. Como ocurrió en el caso de La Manada. Se parte de la base de que hay un modelo de víctima y si no se ajusta a ese patrón, ya no es víctima. El modelo es muy masculinizado, es decir, que frente a una agresión, reaccionas de forma violenta. Si la mujer no se resiste a una violación, no dice no de una manera tajante o no denuncia de manera inmediata no sigue el modelo de víctima, por lo tanto, no hay delito. Hay muchos estereotipos y el problema está en que no los vemos.

¿Por qué?

Porque pensamos que es así de natural. Ocurre también en el ámbito laboral. Los modelos de trabajador directivo están construidos sobre la base de amplias disponibilidades de tiempo. Así, aunque no seas una lumbrera, vas a conseguir algo. Si tienes tiempo, puedes ir a una cena de empresa hasta tarde, aunque tengas cargas familiares. Una mujer no lo va a hacer y queda excluida. Afortunadamente, ya no estamos en aquella fase del derecho machista en la que a las mujeres se les prohibía todo, que en España fue hasta 1978. Entramos en una segunda fase, en la que se supone que todas las normas son iguales para hombres y mujeres, pero cuando esto se aplica sobre una sociedad que tiene prejuicios, seguimos manteniendo la discriminación.

¿Se ha topado con estos estereotipos en su experiencia judicial?

Por supuesto. Estos estereotipos funcionan y lo hacen negativamente. No se puede pensar que los jueces y las juezas seamos distintos al resto de la sociedad. Así, en el proceso, se identifican hechos que no son relevantes y los que son relevantes se toman como intrascendentes, se valora de manera distorsionada la prueba y al final se va a torcer la aplicación del derecho. No solo nos estamos jugando el tema de la discriminación, sino que nos estamos jugando el buen funcionamiento de la administración de justicia. La Justicia tiene que actuar con objetividad. Si introducimos estereotipos, abandonamos la imparcialidad.

¿Se llega al punto de que se juzga a la víctima y no el delito?

Sí, sobre todo en los delitos sexuales. En el caso de La Manada, en el voto particular, se ponía en juicio la actitud de la víctima. Pero lo que hay que enjuiciar es el delito.

¿Esos casos mediáticos ayudan a concienciar o provocan una reacción opuesta en un pequeño sector de la sociedad?

Todos los avances generan reacción. El feminismo ha luchado contra esto desde la Revolución Francesa, que era marcadamente machista. Y la reacción va a ser más fuerte cuando se vea que las cosas están cambiando.

¿El camino para eliminar los estereotipos es la formación?

Desde luego. Con la ley de violencia de género de 2004, empezó a haber formación en igualdad. Poco a poco, esa formación es más sólida y estructurada. Más de 1.500 jueces se apuntaron a estos cursos. Pero esto lo tiene que saber también la Fiscalía, la Abogacía y la Policía. Por mi experiencia puedo decir que la gente no tiene ni idea de igualdad.

¿Con qué casos se ha encontrado?

Con gente que te dice que no es machista ni feminista. Yo me voy al diccionario y el machismo es la supremacía masculina, pero el feminismo es la ideología que pretende la igualdad de los sexos. Hay que ser feminista y quien no lo sea, que me lo explique. De lo que se trata es de acabar con los estereotipos. Hay que luchar contra ellos.

¿Esta lucha lleva a algunas mujeres a desconfiar de la Justicia?

Eso también está estudiado. Es lo que se llama el sentimiento jurídico negativo de las mujeres. Se produce así porque esos estereotipos determinaban que el espacio de lo público ha estado reservado para los hombres y se ha construido sobre la base de un criterio masculino. El sistema de instrucción penal está pensando para un modelo de víctima que responde agresivamente y genera poca victimización. Esto hace que en el procedimiento penal, la víctima tenga que declarar ante la policía, ante el juez y en el juicio oral. ¿Crees que eso se ajusta a una correcta instrucción de un delito sexual? No, esto tiene que cambiar de alguna manera, porque si no acudes a la última citación, por mucho que hayas declarado antes, va a ser absuelto. Esto te obliga a recordar todo lo que has pasado incluso dos años después.

EL PRINCIPIO DE IGUALDAD DE MUJERES Y HOMBRES


Entrevista José Fernando Lousada Arochena

Entrevista en Salvados

La primera sentencia que indemnizó a una víctima de acoso sexual en el trabajo en España se dictó en 1993. “Abrió una vía de reclamación y de indemnización de daños y perjuicios a favor de las mujeres que padecían acoso sexual”, señala José Fernando Lousada, el magistrado que la dictaminó.

Sin embargo, más de dos décadas después de aquella sentencia pionera, solo se denuncia el 8% de los casos, según Eurofund. “Lo primero que piensas cuando te viene un caso de acoso es: 'Menudo marrón me ha tocado'”, admite este juez del Tribunal Superior de Justicia de Galicia.

Y es que las dificultades para denunciar son muchas. En este sentido, explica el magistrado, a menudo las mujeres que sufren acoso sexual no se atreven a plantear “la queja en toda su intensidad” ante el departamento de Recursos Humanos de sus empresas.

La situación puede ser incluso más complicada si la persona contra la que se dirige la queja es un trabajador “básico dentro de la organización de la empresa” y esta prefiera prescindir de la víctima antes que del acosador. Este escenario, apunta el juez, “retrae muchísimo más a la hora de realizar una denuncia y eso la víctima lo sabe”.

El juez Lousada cree que “sería bueno” introducir “correcciones legislativas” en lo relativo al acoso sexual, como “integrar el acoso sexual dentro de la Ley Orgánica de Violencia de Género” y “concretar más las obligaciones de las empresas” para “que no haya dudas interpretativas”.

En este sentido, la ley actualmente establece que todas las empresas tienen la obligación de “adoptar medidas de prevención y sanción del acoso sexual y del acoso sexista”, indica el magistrado. Sin embargo, admite, esto no se cumple “demasiado”.

Aunque, según su experiencia, en un principio esto se debía a que las empresas carecían de protocolos, últimamente “en muchas ocasiones, el problema es la implantación”.

“Las grandes empresas pueden tener perfectamente asumido en su cúpula lo que hay que hacer”, indica, pero “tienen que aplicarlo los mandos intermedios”. “Si no hay capacitación de los mandos intermedios, lo que acaba ocurriendo es que el esfuerzo que han realizado estas empresas para luchar contra el acoso sexual queda diluido o ineficaz”.

En el TSJG, existe un protocolo ante el acoso sexual solo desde hace dos años, a pesar de que la ley lo exige desde 2007. “No hemos sido todo lo diligentes que debiéramos, pero, finalmente, lo tenemos”, reconoce.

«ama» Vs «amo» (o viceversa)


Podría parecer que con el término «micromachismos» nos situamos en el perfeccionismo de salón. Es decir, asuntos «no tan graves» que ya iremos resolviendo por el camino. Vaya, que no nos pongamos «puntillosas» porque en «lo importante» ya nos han dado tenemos los mismos derechos.

Algo así le decían a Olympe de Gouges cuando comprendió que lo de la igualdad, que se decía en la Revolución Francesa, no iba a llegar nunca y al reclamar los derechos de la ciudadana terminó guillotinada por los mismos «compañeros» con los que había luchado en primera línea para eliminar a la aristocracia y sus jerarquías.

Pero volviendo al presente, resulta que lo de los micromachismos no son pequeñas cosas que «se irán solucionando» sino indicadores del iceberg que impide que nada cambie. Y señalaban en eldiario.es una muestra muy interesante

“Ama de casa”, una ocupación solo de mujeres para el Ministerio de Educación

Por supuesto desde el Ministerio ya han argumentado la torpe disculpa de turno, pero presiento que lo interesante del debate quedará, una vez más bajo, la alfombra.

En primer lugar, vuelve a quedar claro que lo de trabajo-ocupación-profesión-empleo son cosas muy diferentes, como bien pudo comprobar el señor Rajoy cuando decidió que contratar a quien «atendiera y cuidara» de su padre salía muy caro a la “economía familiar”. Es decir, no es una ocupación sino «un trabajo» que realizan miles (millones) de mujeres y por el que no perciben ningún salario.

En segundo lugar, me pregunto como solucionar este asunto de la «denominación ocupacional». Porque buscar un genérico no resulta apropiado, no veo yo a la población masculina reivindicando el asunto.

Pero como «la ocupación existe» (y seguirá existiendo) igual podemos empezar por indagar en el significado de la(s) palabra(s): «ama» vs. «amo». Y no deja de ser curioso comprobar que la des-igualdad ya viene de serie desde nuestra intocable RAE. La comparación se simplifica con una simple tabla.


Dueña de un burdel Vs. Capataz

Lo de capataz no parece equiparable a lo ser criada o a lo de criar a sus pechos a alguna criatura ajera. Casi parece un mal menor lo de ser dueña de un burdel, al menos hay una tarifa y se cobra por tiempo y tipo de servicio.

Curioso también que lo de ayo aparezca sin la palabra «maestro» en la columna del masculino porque al ir a su definición parece referirse a una de esas ocupaciones incluidas en lo de «ama de casa»:

m. y f. Persona encargada en las casas principales de custodiar niños o jóvenes y de cuidar de su crianza y educación.

Jefe – Jefa


Al hilo del artículo anterior («ama» vs. «amo»), comentaba Manuel Calvillo el desinterés que observa en sus cursos de formación por el tema del uso del lenguaje sexista:

En general voy observando a lo largo de los años, sin muchas diferencias entre edades y formación, cierta lejanía y desapasionamiento ante este tema del lenguaje sexista. Parece ser que no es una bandera por la que “lucha” la mayoría del alumnado. Aún reconociendo ese uso sexista del lenguaje, no le dan la importancia que institucionalmente se pretende dar al mismo (también en los planes de formación de este tipo de cursos- personalmente creo que muy mal enfocada). Los remedios que se dan en general los ven (lo viven) como algo artificial, cansino e incluso molesto. Pareciera que tratar de “imponer” cambios en la manera natural de hablar no despierta mucha simpatía ni consigue el efecto deseado.

No me gusta, pero lo entiendo porque normalizar y normativizar son cosas diferentes. Y, además la administración lo hace rematadamente mal. Si algo hace «ruido» se articula una legislación exprés, con nuevas imposiciones para la sufrida ciudadanía, y se acabó el tema. Y con el tiempo vienen las consecuencias, en el mejor de los casos simple «sordera» pero lo más habitual es incluso el rechazo.

No es “sólo” una cuestión de palabras, sino de conceptos

Mucho más sorprendente es el olvido generalizado de la cuestión de los errores gramaticales, como aquello de los sufijos y la concordancia. Me pregunto si todavía se estudia en el colegio porque si no me equivoco, decir por ejemplo «Juan es guapa» sigue siendo incorrecto.

Tengo una (muy buena) amiga que cuando la conocí decía que era «abogado» y al preguntarle por qué no «abogada» me soltó un discurso sobre lo de que las profesiones no tienen género y todas esas matracas tan machaconamente repetidas. No entré al debate, sólo le dije que en parte estaba de acuerdo porque las profesiones no tienen género pero las personas sí. El resto lo hizo el tiempo porque la experiencia enseña mucho a quien quiere aprender y con los años se reconvirtió en una auténtica activista.

Desde entonces hemos debatido, indagado e incluso compartido escenario en cursos y consultoría de igualdad… diferentes. Ella se ha beneficiado de mi experiencia y yo de su aprendizaje porque me dio la ocasión de vivir parte de su proceso de-construcción sobre las raíces del complejo de inferioridad profesional que se sigue fomentando asociado al género. No es que se diga que lo femenino es inferior, es que siempre se muestra lo que pretende ser el estándar a igualar.

La infografía de la corbata la compartía en linkedin una consultora que se dedica a gestionar el talento humano, pero al menos supongo que quien la hizo pretendía acogerse al dichoso masculino genérico. La he recuperado porque para cerrar el día me volví a tropezar con la palabra «jefe» pero esta vez en un contexto y con un uso de los que (me) provocan cortocircuito: «Soy la jefe del Servicio de…»

Pero esto ocurre porque no son las palabras sino los conceptos que subyacen, algo que queda de nuevo muy claro con un par de capturas de pantalla de la RAE.

La cuestión de género en la demoninación profesional no es un aspecto más sino un torpedo a la línea de flotación de cualquier intento por superar la tiranía de la normalidad. Yo voto por asumir un sano daltonismo para mantener las alertas mientras vamos avanzando.

Desde la ONU


Recomendaciones para el idioma español

Orientaciones para el empleo de un lenguaje inclusivo en cuanto al género en español

Estas orientaciones ofrecen una serie de estrategias para que el personal de las Naciones Unidas emplee un lenguaje inclusivo en cuanto al género. Las estrategias pueden aplicarse a todo tipo de situación comunicativa, oral o escrita, formal o informal, con un público tanto interno como externo.

A la hora de decidir qué estrategias utilizar, el personal de las Naciones Unidas debe:

  • Tener en cuenta el tipo de comunicación (sea oral o escrita) y su finalidad, además del contexto y el público;
  • Procurar que el mensaje, oral o escrito, sea claro, fluido y conciso, y que los textos escritos sean legibles;
  • Tratar de utilizar diferentes estrategias combinadas a lo largo del mensaje, oral o escrito.

El género en español

El género gramatical se manifiesta en los sustantivos, adjetivos, artículos y algunos pronombres. En los sustantivos y adjetivos existe únicamente el morfema de género masculino y el de género femenino. El género neutro se ha conservado en unas pocas palabras, como aquello, eso, esto, ello, alguien, algo y lo.

Es importante no confundir el género gramatical (categoría que se aplica a las palabras), el género como constructo sociocultural (roles, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad determinada en una época determinada considera apropiados para los seres humanos de cada sexo) y el sexo biológico (rasgo biológico propio de los seres vivos).

En español hay distintos mecanismos para marcar el género gramatical y el sexo biológico: a) terminaciones (chica/-o), b) oposición de palabras (padre-madre) y c) el determinante con los sustantivos comunes en cuanto al género (el/la estudiante, este/esta representante). También hay palabras específicas (sustantivos epicenos) que tienen un solo género gramatical y designan a todas las personas independientemente del sexo biológico (la víctima, la persona).

Los principales retos del español para una comunicación inclusiva en cuanto al género son la confusión entre género gramatical, género sociocultural y sexo biológico, el nivel de conocimiento de los recursos que ofrece la propia lengua para hacer un uso inclusivo dentro de la norma y las asociaciones peyorativas que han heredado del sexismo social algunos equivalentes femeninos. Estrategias útiles

En español es posible utilizar diferentes estrategias para hablar o escribir de manera más inclusiva en cuanto al género:

1. Evitar expresiones discriminatorias 2. Visibilizar el género cuando lo exija la situación comunicativa 3. No visibilizar el género cuando no lo exija la situación comunicativa

ONU mujeres: "sobre nosotros"

En 2014 la ONU Mujeres publicó la guía estratégica “Empoderamiento político de las mujeres: marco para una acción estratégica en América Latina y el Caribe (2014-2017)”. La describen así:

la guía ofrece un marco para la acción para avanzar hacia la democracia paritaria y el empoderamiento de las mujeres mediante la promoción de la democracia paritaria a través de medidas afirmativas; la integración de la perspectiva de género en políticas, acciones e instituciones; el fortalecimiento del liderazgo de las mujeres mediante la capacitación y la generación de redes de mujeres; la promoción de la igualdad sustantiva en los partidos políticos; y eliminación de la discriminación y estereotipos sexistas en todos los ámbitos.

Un vistazo al índice, a algunas páginas al azar y a las conclusiones, y solo cabe racionalizar la frustración por tanto despilfarro. Resulta «didáctico» echar un vistazo a su apartado un poco de historia para ver cuantas vueltas se puede dar a la rueda y no avanzar.

Curioso también observar el masculino genérico del lenguaje que aparece ya en el menú principal de la Web («Sobre nosotros» – «Socios»), sobre todo teniendo en cuanta que esa fue una cuestión defendida «con éxito» hace más de cincuenta años:

Entre 1947 y 1962, la Comisión se centró en establecer normas y formular convenciones internacionales que cambiaran las leyes discriminatorias y aumentaran la sensibilización mundial sobre las cuestiones de la mujer. En sus aportaciones a la redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Comisión defendió con éxito la necesidad de suprimir las referencias a “los hombres” como sinónimo de la humanidad, y logró incorporar un lenguaje nuevo y más inclusivo.

Más de lo mismo: demagógica ambigüedad normativa y política.

Ocho resistencias al lenguaje igualitario


Excelente, y gráfica, exposición de Noemí Pastor publicada en Doce Miradas

Las recomendaciones para un lenguaje igualitario tienen ya cierta historia. Hace tiempo que empezaron a formularse. No me voy a remontar a lo primero que se publicó, sino a lo primero que yo leí sobre el asunto, que fue el Manual de estilo del lenguaje administrativo que en 1991 (¡1991!) publicó el antiguo Ministerio para las Administraciones Públicas de España.

El librito, muy recomendable y aplicable aún hoy en día, incluía a partir de su página 155 un capítulo titulado “Uso no sexista del lenguaje administrativo”, que, como os digo, fue la primera batería de recomendaciones de esta índole con la que me tropecé en mi vida.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces. Han sido unos cuantos años en los que, entre otras cosas, me he dedicado a recopilar estas recomendaciones, a estudiarlas, a aplicarlas y a hacerlas aplicar. Comprenderéis, pues, que durante este tiempo he observado muchas reacciones, no todas amigables, y las he englobado en ocho apartados, según los cuales el lenguaje igualitario…

1.- No es importante

Es esta una reacción muy común, quizás la más común y extendida. Se formula así:

‹‹¿Es que no hay otra cosa más importante en la que fijarse que en esa pijada de los vascos y las vascas?›› Pues seguro que sí, seguro que hay cosas más importantes en el mundo, pero yo soy lingüista, para mí el lenguaje es importante, me da de comer y ha sido mi pasión desde siempre. Y como siempre he tenido cierta conciencia feminista, sería yo una lingüista de pacotilla y una feminista de pacotilla si no juntara ambos terrenos y no incorporara la igualdad al lenguaje y el lenguaje a la igualdad.

Para mí la lengua no es despreciable, no es insignificante. Además, si quiero trabajar por la igualdad, tendré que hacerlo también en mi terreno, también en mi casa, y mi terreno y mi casa están aquí, son estos, los artículos, los morfemas y la estilística, aunque a alguien le pueda parecer fútil e irrelevante. Aquí tengo que emplearme. No solo aquí, pero sobre todo aquí.

2.- Mezcla consideraciones lingüísticas con extralingüísticas

Tiene razón. Es así, las recomendaciones para un lenguaje igualitario mezclan lo lingüístico con lo extralingüístico porque no puede ser de otra manera, porque el lenguaje no está fuera del mundo, no está nunca separado del mundo, ni de la realidad a la que se refiere, ni del orden social ni de nuestras ideas, imágenes ni construcciones mentales. Todos esos órdenes interactúan continuamente.

El lenguaje organiza el mundo, lo jerarquiza, lo clasifica, lo refleja y lo recrea. Por tanto, si nuestro pensamiento es igualitario, nuestro lenguaje también debe serlo, si es que queremos que lo refleje fielmente.

Así que desde ahora aviso: en este artículo me estaré saliendo continuamente de lo estrictamente lingüístico, exactamente igual que otras y otros insignes lingüistas que citaré, empezando por Ignacio Bosque, de la Real Academia Española, en su conocidísimo artículo Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer.

Citaré una y otra vez este artículo de Bosque porque me ha ahorrado mucho el trabajo, ya que es un buen compendio de todas las resistencias, o casi todas, que mencionaré.

3.- Es artificial

El lenguaje igualitario es supuestamente forzado, está alejado del lenguaje común, no tiene aplicación posible en la lengua cotidiana. Así lo expresa Ignacio Bosque en su artículo:

Si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar.

En efecto, el lenguaje igualitario no tiene mucho que ver con nuestra habla de todos los días, porque pertenece a un registro lingüístico especial.

¿Qué son los registros lingüísticos? Son variables contextuales y sociolingüísticas del lenguaje; así, existe un registro formal y otro informal, e incluso vulgar; existe el lenguaje administrativo-jurídico, existe el registro oratorio que utilizamos en discursos y conferencias…

Para entendernos, pensad sin más que no escribimos igual un mensaje de Whatsapp y un decreto, que no hablamos igual por teléfono con una amiga y frente a un auditorio. Para cada situación utilizamos diferentes registros lingüísticos. El lenguaje igualitario pertenece a los registros formales: al lenguaje administrativo-jurídico, porque la Administración es de todas y todos, y al oral propio de los discursos y conferencias, porque hay que tener en consideración a todo el auditorio.

Entonces, sí, de acuerdo, el lenguaje igualitario es artificial; el lenguaje en sí, todo lenguaje, como toda creación humana, es artificial.

4.- Es agramatical

Esta objeción, quizás la más socorrida, también está, por supuesto, en el artículo de Ignacio Bosque:

En los últimos años se han publicado en España numerosas guías de lenguaje no sexista. (…) contienen recomendaciones que contravienen no solo normas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias, sino también de varias gramáticas normativas.(…) En ciertos casos, las propuestas de las guías de lenguaje no sexista conculcan aspectos gramaticales o léxicos firmemente asentados en nuestro sistema lingüístico.

Bien. Vamos a jugar un poco a las preguntas y las respuestas. Pregunta: ¿esta frase es gramaticalmente correcta?

A tu hermano le vi el otro día muy elegante.

Respuesta: es correcta, pero no siempre lo ha sido, porque hubo un tiempo en el que el leísmo era una incorrección gramatical. Pero ¿qué pasó? Que la supuesta incorrección se extendió tanto que la Academia acabó por admitir el leísmo cuando el objeto directo se refiere a una persona y es singular.

Con esto simplemente quiero decir que las incorrecciones no son inamovibles y que si un determinado uso del lenguaje, por mucho que contravenga normas o conculque la gramática, se extiende masivamente, la Academia se rendirá ante la evidencia y acabará por admitirlo.

5.- Suena mal

Estas objeciones las he oído yo con mis propias orejas: “Médica suena mal”. “No me gusta abogada: tiene demasiadas aes”. “Yo no soy arquitecta; soy arquitecto”.

Y no solo las he oído; también las he leído, nada más y nada menos que a don Valentín García Yebra, insigne traductor y traductólogo de quien he aprendido muchísimo. Por eso me duele tanto leerle clamar contra la voz “jueza”, de la siguiente manera:

No hay ningún motivo para añadir a juez la a feminizante. (…) Tal adición innecesaria rebaja y vulgariza una palabra tan noble.

Entonces, ¿una a reduce la categoría de una palabra? ¿No está aquí haciendo el señor García Yebra lo que el señor Bosque reprocha a los tratados de lenguaje igualitario; es decir, obtener una conclusión extralingüística de un hecho lingüístico? Sí. Eso es lo que está haciendo. Porque lo que rebaja no es el fonema, el sonido, la vocal a. Lo que rebaja es el femenino. Y por eso algunas abogadas, algunas médicas, prefieren ser médicos y abogados, porque ser médico es mejor que ser médica y ser abogado es mejor que ser abogada.

6.- Es confuso e impreciso

Se supone que tenemos que decir de una mujer que es “la técnico de Urbanismo”, y no “la técnica”, porque corremos el riesgo de confundir a la “persona que posee los conocimientos especiales de una ciencia o arte” con el “conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte”.

Podríamos utilizar el mismo argumento para recomendar no decir de un hombre que es basurero, porque corremos el riesgo de confundir a la “persona que tiene por oficio recoger basura” con el sitio en donde se arroja y amontona. Pero nadie ha formulado nunca esta última recomendación, porque nunca nadie ha confundido a un señor que recoge basura con el sitio a donde la transporta: el contexto es suficiente para marcar la diferencia. Exactamente lo mismo sucede con ‘técnica’.

Ignacio Bosque argumenta también en su artículo que “la niñez” no equivale a “los niños y las niñas” y que recomendar su uso en sustitución del masculino plurar supone “prescindir de los matices” y “anular (…) diferencias sintácticas o léxicas”.

De acuerdo otra vez con el señor Bosque, pero añado: utilizar “los niños” en lugar de “los niños y las niñas” también es confuso e impreciso, porque, como “los niños” puede referirse tanto a solo varones como a varones y mujeres, es ambiguo.

Al masculino genérico seguiremos dándole vueltas en los siguientes apartados.

7.- Es pesado

Estar todo el rato doblando, -os, -as, o repitiendo (los, las) es un engorro, una pesadez. Estoy de acuerdo: el lenguaje igualitario sería muy pesado si se limitara a eso. Pero no es así.

Quien pone estas objeciones no se ha molestado en leer entera una publicación de recomendaciones, porque si se la hubiera leído entera, habría llegado a la parte en la que se expresa que la lengua tiene recursos suficientes, inagotables diría yo, para evitar la pesadez. Habría descubierto que el lenguaje inclusivo no se limita al los/las.

En jerga lingüística, cuando algo resulta pesado, engorroso o costoso, se dice que es antieconómico. El término economía lingüística, acuñado por André Martinet, designa a uno de los principales mecanismos de la evolución de las lenguas. En el lenguaje, como en cualquier actividad humana, existe una tendencia natural a tratar de minimizar el esfuerzo, lo que se manifiesta en maneras de abreviar, acortar o simplificar la forma de transmitir una información.

Pero, como también añadía Martinet, a menudo se presentan disyuntivas a la economía; es decir, a veces hay que elegir entre la economía y otra cosa; por ejemplo, entre la economía y la comunicabilidad. Así, por ejemplo, si yo quiero dar importancia a la economía lingüística, diré bodymilk; pero si quiero que me entiendan, es decir, si quiero comunicar, quizás deba decir crema hidratante corporal.

Pondré otro ejemplo. Si lo que me importa es la economía, diré chicos, pero si me interesa más la precisión, quizás utilice chicas y chicos.

Cuando se quiere dejar algo muy claro, nos tomamos un tiempo para ello. Así, merece la pena nombrar a las mujeres, merece la pena decir que nos dirigimos a ellas, que pensamos en ellas cuando hablamos. Si es importante, se impone a la economía.

8.- Es innecesario

Esta es la objeción principal de la RAE: no necesitamos expresar el femenino porque el masculino ya nos incluye y, de hecho, muchas mujeres nos sentimos incluidas.

Una vez más la RAE tiene razón: nos sentimos incluidas. Yo misma me siento incluida cuando leo “los lingüistas” o “los traductores”. Pero no siempre lo estoy, porque los masculinos no siempre nos incluyen; en muchas ocasiones ni siquiera sabemos si nos incluyen o no; y lo que es peor: a veces creemos que estamos incluidas y no lo estamos.

Por ejemplo, a mí me enseñaron en la escuela que el lema de la Revolución Francesa era “Libertad, igualdad, fraternidad” y que fue entonces cuando se instauró el sufragio universal. Yo siempre me sentí incluida en esa “fraternidad” y en esa ”universalidad”, pero más tarde supe que el universo revolucionario no incluía a las mujeres, pues no pudieron ejercer su derecho al sufragio en Francia ¡hasta 1944!

También supe que la palabra “fraternidad” viene del latín “frater”, que significa ‘hermano’, pero ‘hermano varón’; es decir, “frater” no incluye a las hermanas. ‘Hermana’ en latín es ‘soror’. De ahí viene nuestra ‘sororidad’.

De este hecho lingüístico extraigo una consecuencia extralingüística: la sobrerrepresentación masculina y la infrarrepresentación femenina.

Los hombres, gracias al masculino plural, están sobrerrepresentados; siempre están nombrados, figuran en todas partes, en todos los ámbitos, lo hacen todo. Son capaces de hacerlo todo. Se ven y se sienten capaces de hacerlo todo.

A nosotras, en cambio, el masculino plural presuntamente genérico no nos representa del todo; nos infrarrepresenta; no figuramos, no aparecemos, no estamos y, en consecuencia, no nos vemos, no nos imaginamos a nosostras mismas en muchos ámbitos. Deducimos, pues, que esos ámbitos no nos corresponden, no son nuestro sitio, no debemos estar ahí.

Expuestas ya mis ocho resistencias, para terminar, solo me queda expresar un agradecimiento especial a todas las personas que, con mejor o peor intención, durante todos estos años me han repetido frases como estas:

Menuda memez, no habrá cosas más importantes de las que ocuparse, la mayor chorrada, así no se puede hablar, una tontada, una ridiculez, no es asunto de lingüistas serios, comete excesos, semejante payasada, contiene errores de bulto, atenta contra el sistema mismo de la lengua, yo así no hablaré en mi vida, busca la confrontación, es fruto de una neurosis obsesiva…

Sin su inestimable ayuda, este artículo no habría sido posible. Gracias, pues, de corazón.

Manuales, libros, docs

MANUAL DE LINGUAXEINCLUSIVA NO ÁMBITOUNIVERSITARIO

  • Ana Bringas López, Olga Castro Vázquez, María Jesús Fariña Busto, Belén Martín Lucas, Beatriz Suárez Briones.

Ni por favor ni porfavora

Comunicar en igualdad. Guía de buenas prácticas para periodistas y profesionales de la comunicación

Margarita Salas y el coronavirus


Esta tecnología ha sido una de las patentes más rentables del CSIC

Obviamente a quien redactó la noticia le pareció que el nombre de Margarita Salas contribuía a dar importancia al titular. Sin embargo, conseguido el objetivo de llamar la atención, en el contenido de la noticia ya se vuelve a lo de siempre: el masculino genérico y el nombre de un colega (su discípulo con 26 años por aquel entonces) precediendo al de la insigne y, en este caso, conocida y re-conocida ciéntífica.

Pero vamos avanzando, al menos ser un icono de la investigación en España le sigue asegurando algún titular…

Fuente: enIgualdade

palabras_conceptos_y_sesgos.txt · Última modificación: 2024/02/22 19:48 por iagoglez